martes, 21 de febrero de 2012

Capítulo 8: Runas

Pasaron un par de días hasta que Elisa pudo salir de la enfermería de la Congregación, pero aun así, la Mayor Saydâ no la había permitido ir a la primera misión encomendada a la jauría, en cambio, la había ordenado que fuera a ver a Lord Ranek para aprender a manejar su poder. Anduvo por los sinuosos pasillos de la iglesia-fortaleza durante un rato hasta dar con el estudio de Ranek, la zona era mucho más amplia de lo que aparentaba por fuera, el interior era un conjunto de pasillos y habitaciones que iban internándose a lo largo y ancho de la iglesia, incluso bajando a algunos niveles inferiores; al llegar frente a la puerta del estudio, comprobó, que la puerta era de una madera negra que parecía que emitía una ligera penumbra, pero lo que más llamó la atención de Elisa fue la gran aldaba con forma de cabeza de lobo que presidía la puerta, era una figura imponente.

Llamó con los nudillos un par de veces y esperó una invitación a entrar.
- Adelante - se oyó decir amortiguado por el grosor de la puerta.

Elisa entró y comprobó atónita el gran despacho del sacerdote rúnico. Era inmenso y estaba a rebosar de estanterías llenas de libros, y en especial, uno que permanecía dentro de una vitrina custodiada por dos armaduras que parecía que en cualquier momento se interpondrían entre quien intentara acercarse y el libro. Ranek, fornido e imponente incluso sentado, estaba reposando sobre un gran sillón de piel oscura que se coronaba de dos garras en el respaldo y otra pareja en el final de los apoyabrazos, lo que le daba un aspecto más fiero si cabía.

- Siéntate, Elisa - dijo invitándola a tomar asiento. - Dime, ¿cuándo y dónde has aprendido runas? - dijo sin rodeos nada más que se sentó Elisa.

- Las aprendí de pequeña, y he ido perfeccionándolo un poco con el tiempo - dijo con aplomo.

- Ya veo, así que, para tí, mejorar con el tiempo es desplomarte por invocar un simple par de hachas ¿no? - dijo con una sonrisa lobuna.

Aquello irritó a Elisa, que notaba como sus mejillas se enrojecían de furia, pero intentó tranquilizarse para no atravesar a aquel engreído con una daga.

- Vaya, parece que tienes orgullo, eso me gusta - dijo sonriendo de oreja a oreja dejando al descubierto sus imponentes caninos.

- Empezarás ahora mismo, quiero que de momento vayas invocando armas con medio, pero nuestro objetivo no es ese, sino que consigas invocar armas sin medio, y a ser posible, sin desmayarte... comienza - ordenó desafiante.

Elisa tenía el suficiente orgullo acumulado para dejar atónito a aquel imbécil, o al menos, eso creía ella. Comenzó cogiendo una de sus barras de hierro e invocando una espada, luego dos, luego dagas... y así hasta casi una docena armas, pero cada vez que invocaba una se sentía cada vez más cansada, sobre todo por que sabía que su límite eran las hachas, nunca las había conseguido dominar, y menos sin un medio; pero aunsí lo intentó, con lo que lo único que consiguió fue marearse y casi perder el conocimiento.

- Muy bien, hemos terminado por hoy, prepárate, mañana ya podrás salir de misión, pero seguirás entrenando, así que vete a dar una ducha - dijo con amabilidad, lo que Elisa tomó como un principio minúsculo de admiración.

Paseó dolorida hasta los baños, donde se desnudó y se relajó bajo el agua caliente; tenía un cuerpo fuerte, pero que no impedía admirar unas preciosas curvas en sus senos y sus caderas mientras notaba como el agua resbalaba por todo su cuerpo relajándola y haciéndola sentir mejor; a decir verdad, los hechaba de menos a todos, ahora eran su familia.

Salió al portón principal con el pelo aún mojado cuando vio que todos volvían de la misión, se alegro mucho de volver a verles, y de ver que todos estaban bien excepto por alguños arañazos y cortes, pero el peor parado era Godrêk que llevaba la cabeza vendada alrededor de un pequeño tajo que sobresalía por al lado de su ojo,aquello dejaría cicatriz. También se fijó en la imponente figura que cargaba Ragnar a sus espaldas, era un lobo increíblemente grande.

- ¿Qué demonios es eso? - dijo Elisa con asombro. - ¿Esto? - dijo Ragnar - esto es lo que será mi nueva capa - dijo a regañadientes mientras hacía esfuerzos por subir el lobo por la escalinata a la iglesia, hasta que el maltrecho Godrêk le hechó una mano.

- Necesito una buena ducha para quitarme todo este barro - refunfuñaba Kayle mientras se arrancaba una costra de barro de su jubón de combate, bastante incómodo según Elisa.

- Bueno, bueno, mira a quien tenemos aquí, a nuestra doncella durmiente, ¿qué tal el entrenamiento? - dijo Hanna jovial, satisfecha por haber cumplido la misión antes de tres días.

- Duro, doloroso y cansado - dijo Elisa mientras las dos se reían a carcajadas. Era lo que necesitaba para terminar de relajarse un poco, un poco de humor seco.

Aunque en su interior sabía que lo duro no había comenzado todavía, ahora necesitaba mantener la suficiente entereza y voluntad para no abandonar y conseguir invocar armas sin medio, pero antes necesitaba hacer aparecer las hachas sin desmayarse.

martes, 14 de febrero de 2012

Capítulo 7: Movimientos fluídos

Al amanecer todos se presentaron frente a la Mayor Saydâ en un espacioso patio de armas que más bien parecía un pequeño anfiteatro por los pequeños balcones por los que se podía asomar a él.

- Os he citado aquí porque ya habréis notado vuestros cambios - dijo mientras sopesaba sus palabras pasando los ojos de uno a otro - no sois licántropos, no sois humanos; sois Lîmerks a partir de ahora, así que comportaros como tal, ahora sois más fuertes, más rápidos, más audaces, mejores rastreadores y más resistentes. - hizo una pausa para poner énfasis a sus siguientes palabras - Demostrádmelo - dijo mirando de forma desafiante a Hanna.

Hanna dio un paso al frente mientras desenvainaba su espada; era una espada sencilla, sin muchos alardeos en la empuñadura pero con un bonito lapislázuli en el pomo, pero lo más importante era que Hanna la afilaba tres veces al día, aquella espada podía traspasar una armadura de cuero reforzado como un simple papel. Atacó con varias estocadas rápidas para medir a su rival, pero la Mayor las paró casi sin inmutarse con el dorso de la mano, era increíble, ni siquiera había desenvainado su imponente claymore de acero; no le hizo falta, en cuanto Hanna volvió a atacar esta abrió su defensa y la Mayor aprovechó para golpearla en la cabeza dejándola aturdida y mirando a Kayle dando a entender que su duelo había terminado.

Kayle se puso frente a la Mayor y con una ligera reverencia desenvainó un estilizado sable y una pequeña vizcaína que sacó de su espalda. El sable era todo lo contrario a la espada de Hanna, muy recargado y con filigranas de oro en la empuñadura, además de una pequeña cabeza de águila en el pomo; la vizcaína era un pequeño cuchillo largo de plata pura que contenía un cubremanos sobre la empuñadura, lo que la hacía más mortal al poder parar estocadas y contratacarlas. Esta vez Saydâ si que desenvainó la enorme claymore, ya que, como cualquier noble, Kayle era un diestro oponente en la esgrima.

Los movimientos de los dos oponentes eran bastante fluídos y rápidos, si no fuera por sus cambios, ninguno habría acertado a ver ninguna d elas estocadas de la Mayor, que a pesar de usar un arma de pesado acero, se desenvolvía con soltura esquivando y parando los golpes de Kayle, pero este en un descuido por parte de Saydâ consiguió hacerle un pequeño corte en la cara con lo que la enfureció y de un solo golpe con la claymore derribo a Kayle a pesar de estar defendiéndose en cruz con sus dos armas; con esto, el propio Kayle dio por terminado su enfrentamiento.

- De momento no me habéis decepcionado chicos... que siga así - dijo la Mayor mientras enseñaba unos fieros colmillos.

Era el turno de Gôdrek, este ni siquiera espero a que Saydâ se girara hacia el por lo que cogió una flecha roma y la disparó directa al pecho, cualquiera habría sido alcanzado por aquella flecha, pero la Mayor no era una cualquiera; cogió la flecha de espaldas mientras la partía con dos dedos y se giraba flexionada para saltar sobre Gôdrek, pero este lanzó sus manos hacia atrás mientras con un rápido movimiento sacaba dos dagas de su espalda con lo que consiguió que Saydâ no le partiera por la mitad con su claymore, pero era imposible atacarla con la distancia de las dagas, así que tras un tiempo de huída se lanzó a la desesperada saltando sobre la Mayor que lo derribó con un certero golpe en el cuello.

Kayle arrastró al atónito Gôdrek hasta una columna para que se recuperara. - Kayle...- dijo Gôdrek con la mirada perdida. - ¿Sí? -. - Me he enamorado - y se desvaneció por completo.

Era el turno de Ragnar, intentando no aplacarse ante la imponente claymore desenvainó su espada corta dispuesto a plantar cara a la Mayor Saydâ; el primer golpe lo vio venir así que fue a pararlo, pero cuando lo hizo, un intenso pinchazo recorrió su brazo. No estaba acostumbrado a tanta potencia junta, era la misma sensación de impotencia que cuando se enfrentó al licántropo aquella vez en su hogar, ahora le parecía un recuerdo lejano; pero volvió a intentar parar el segundo golpe y la espada corta cedió rompiéndose en dos.

- No puedes llevar eso con tu fuerza actual, Ragnar, ve a la herrería y que te forjen una espada en condiciones - dijo con resignación Saydâ.

Mientras Ragnar recogía los pedazos de espada el aire se volvió espeso y pastoso, mientras un aura invadía de repente la zona; Elisa estaba haciendo algo, su pelo de pronto comenzó a gitarse violentamente, y sus ojos centelleaban como dos soles a punto de extinguirse y estallar; en las manos solo llevaba dos pequeñas barras de hierro, pero en sus dedos se notaban unos pequeños trozos de nácar que se introdujeron en las barras, que con un destello, se transformaron en dos hachas de filo. Cuando parecía que Elisa iba a atacar, se desplomó en el suelo inerte.

Se despertó en una sala espaciosa y blanca que olía a limpio y a hierbas frescas, miró a su alrededor intentando ver algo conocido, solo distinguió una figura lejana. Era la Mayor.

- La chica tiene potencial, tienes que entrenarla - dijo con tono de orgullo.
- Está bien - respondió una figura sombría - pero no creo que sobreviva.-. - Lo sé - respondió Saydâ con la mirada perdida en un telar que representaba batallas pasadas en las que los Blackmane se alzaban victoriosos. Nadie hablaba nunca de las derrotas.














jueves, 9 de febrero de 2012

Capítulo 6: Cambios

Se despertó dolorido y entumecido, cuando se consiguió levantar unos gritos resonaron en el exterior, eran gritos de dolor. Pero también se escuchó algo que no era ni parecido a un grito, era un grave aullido, todos estaban sufriendo las transformaciones producidas por el Cáliz de Sangre, todos incluido Ragnar. Intentó dar unos pasos cuando unas fuertes convulsiones lo sacudieron quedando otra vez inconsciente. Al despertarse mira por una pequeña rendija de su celda, no hay luz en el exterior debía de ser de noche, intentó dormir, pero solo consiguió las mismas pesadillas de siempre, él, convirtiéndose en licántropo y matando a su querida madre.

Se despierta agitado al oír una rejilla abrirse, es un plato de comida con un grueso filete crudo, al verlo tan solo siente la necesidad de devorarlo, y al hincarle el diente nota como su mandíbula está dolorida. Al tocar, descubre que sus colmillos se han alargado más y su mandíbula es más fuerte, al abrirse la camisa comprueba que comienza  tener mas vello en el pecho y en casi todo el cuerpo; pero lo que más le impactó fueron sus orejas, estaban comenzando a asomar una ligera punta que le recordó a las orejas de Ranek.

- ¿En qué me estoy convirtiendo? - dijo con sorpresa al notar que su voz era más grave.

Al cabo de unos días, que a Ragnar le parecieron semanas, notó como un cerrojo se abría y comprobó con alegría que no era el único que había cambiado; allí estaban Elisa y Gôdrek, estaban cambiados, como él, pero Gôdrek tenía mucho más pelo, y Elisa... no sabía exactamente que había en Elisa, era algo mágico, casi imperceptible, pero si notó sus profundos ojos verdes que ahora cobraban un ligero tono miel con una pupila más puntiaguda.

- ¿Vas a venir o te vuelvo a cerrar la puerta pequeño lupino? - dijo Gôdrek en tono sarcástico.

Se había quedado de piedra, no podía dejar de mirar a Elisa, hace un par de semanas le parecía guapa pero ahora... ahora era preciosa, una belleza, era indescriptible.

- ¿Dejas de babear o te doy un guantazo? - le reprochó Elisa algo enfurruñada - lo sé, he mejorado bastante, pero no es para tanto -.

- Lo dice porque todavía no se ha visto los pechos desnuda - dijo Gôdrek jactándose, a lo que ella respondió con un codazo en la boca del estómago. Habían cambiado de aspecto, pero seguían igual, al menos ellos.

Caminaron un rato por un pasillo iluminado con antorchas, el pasillo parecía antiguo y las celdas con las puertas de acero le daban un aspecto de prisión. Cuando iban llegando a su destino comenzaron a oír mucho jaleo proviniente de una gran sala, el comedor principal, o como solía llamarse, La Cueva.
La sala era enorme, con montones de mesas y sillas y un delicioso olor a asado e hidromiel, les rugió el estómago con un sonido nada apacible.

Tras mirar un rato comprobaron que Hanna les hacía señas para que se acercaran a una mesa en la que ya estaba también Kayle, él era al que menos parecían haberle afectado los cambios, pero las orejas las tenía más puntiagudas y sus ojos eran totalmente de un color que pasaba de miel a ámbar según le diera la luz, era un poco tétrico hablar con el y que de repente los ojos le cambiaran de color.
Al sentarse comprobó que en la mesa había grabado un símbolo. Dos espadas cruzadas sobre una garra.

- A partir de ahora esta será nuestra mesa de jauría, nos la ha asignado la Mayor Saydâ así que no lleguéis tarde o nos comeremos lo vuestro - dijo volviéndose a sentar.

Dicho esto todos comenzaron a devorar el gran asado que tenían delante, iban a necesitar las energías para el día que les avecinaba.

El despacho era bastante amplio, con montones de vidrieras con variadas espadas en su interior, pero lo que más llamaba la atención era una gran exposición de garras y colmillos colgados en un marco, etiquetados y numerados, además de la imponente figura que se alzaba ante ellos, era la Mayor Saydâ.

- Espero que estos chavales aguanten lo suficiente, y no como el año pasado que murió más de la mitad de mi jauría el primer día..... va a ser un entrenamiento duro si quieren mi respeto y que los considere auténticos miembros de mi jauría, las chicas ya me demostraron que valían, pero tengo que comprobar sus habilidades; mañana habrá sangre, seguro - dijo mientras seguía observando con detenimiento la vidriera.

Si alguien hubiera entrado se habría dado cuenta de que no eran simples exposiciones, eran trofeos que ella misma había conseguido... con sus manos.








martes, 7 de febrero de 2012

Capítulo 5: Cáliz de Sangre

Empujaron los portones para abrirlos esperando una resistencia sobrehumana, cual fue su sorpresa, cuando el portón se deslizó suavemente dejando entrever el gentío del interior. El bullicio interno era apabullante, todo eran jóvenes aspirantes a Lîmerk, pero lo que más les llamó la atención fue la presencia de bastantes chicas en la sala, casi todas llevaban una pequeña tira roja cosida en los hombros. Se acercaron más al centro cuando de repente la gente alzó la cabeza mirando hacia un pequeño estrado de mármol por el que subía un robusto personaje, al verle Ragnar se impresionó, debía de tener al menos unos 60 años y parecía en la flor de la juventud.

- ¡Silencio, por favor! - pidió con voz leve pero autoritaria. - Me llamo Ranek, y soy el Sacerdote Rúnico de la Congregación del Aullido, así como su caudillo. - hizo una pequeña pausa para dejar que sus palabras se asentaran y se propagara la idea de ante quien estaban, surtió efecto, todo el mundo se puso tenso en un suspiro - Bien, ahora que tengo vuestra total atención, proseguiré, veo muchas caras jóvenes y firmes este año, eso es bueno, pero seré sincero, no espero que ni la mitad de vosotros entre a formar parte de nuestras filas, seguramente muchos moriréis esta noche. - dio media vuelta y se fue. No era el discurso más prometedor que Ragnar había escuchado, incluso la sentencia de la prostituta era más esperanzadora, tal vez, esa fuera su función, desmoralizar y hacer que los débiles de voluntad abandonaran, pues lo había conseguido; casi una veintena de jóvenes se marcharon cabizbajos y furtivamente entre la multitud, ni una sola de las chicas pestañeó siquiera.

- Interesante, ¿verdad? - dijo Gôdrek con una sonrisa pícara en el rostro.

- Si, bastante - comentó Ragnar mientras se fijaba en lo que de verdad se refería Gôdrek, las chicas, como una docena de ellas, guapas,esbeltas, en fin, bellezas que te podían matar con una mirada.

Observaron como a todos los iban poniendo en fila y les iban preguntando nombre y asignando Mayor, que era el grado que ostentaba un sargento de jauría; las pequeñas escuadras que componían la Congregación, y las cuales formaban el baluarte ofensivo de esta. Una mujer con armadura de plata pasó a todas las chicas directamente tras unas cortinas.

- ¿Y por qué ellas pasan directamente? - preguntó un chico en una voz lo suficientemente alta para que todos le oyeran, pero todos, incluía a la mujer de la armadura.

- Porque estas chicas tienen tres veces mas seso que tú y dirigirían una jauría con la cabeza diez veces más fría cabeza de chorlito, en definitiva, ellas van a ser vuestros primeros oficiales de jauría. - dijo la mujer en tono de reproche y autosuficiencia.

La cara del chico pasó del rojo al blanco en cuestión de segundos, esa fue otra de las razones por las cuales otra docena de jóvenes dejaron las filas; no podían soportar que una mujer los dirigiese. Les llegó el turno de asignación.

- Nombre -. - Ragnar Brickstone - respondió con firmeza. - ¿Y qué harías si entraras en la Congregación? - dijo con tono pícaro. - Defender al pueblo de los licántropos - respondió Ragnar con convicción. La sonrisa se dibujó en la cara del clérigo al escuchar aquella palabra. - Vaya, un entusiasta, serás asignado a la Mayor Saydâ, la espada de acero. - recalcó esas últimas palabras como si fuera una maldición. Le llegó el turno a Gôdrek.

- Nombre -. - Gôdrek Hawkins - dijo en tono burlón, el clérigo bufó. - ¿Y qué harías si entraras en la Congregación? -. - Salvar doncellas, y después yacer con ellas - respondió con su sonrisa más picante. - Vaya, un gracioso, te van a dar para el pelo rufián, serás asignado a la Mayor Saydâ, espero que sufras -. Fueron sus últimas palabras antes de indicarle al siguiente que pasara hacia allí.
Al terminar se dedicaron a buscar las habitaciones asignadas a la jauría de la Mayor Saydâ; al entrar encontraron un panorama algo alentador, por el momento. Dos preciosas chicas estaban hablando con un joven; era alto, de pelo castaño y piel ligeramente bronceada; las dos chicas eran preciosas, una, morena y alta, y la otra con un pelo castaño claro que reflejaba la luz, con unos ojos verdes profundos que te absorbían, aunque tardaron poco en salir de su ensimismamiento.

- ¡Eh!, ¿vosotros sois los que faltabais, no?, llegáis a tiempo, estaba explicando algunas reglas de la habitación. - dijo firmemente y empezó con sus quince minutos de explicación, recalcando una y otra vez, que era la primera oficial de la jauría, y la otra chica, su segunda al mando; en definitiva que nada de espiarlas en el baño, nada de obscenidades ni de traerse compañías, y así una larga lista, lo único en claro que sacaron, fue que se llamaban Hanna y Elisa, aunque el primero en cometer el error de subestimarlas fue Gôdrek.

- ¿Y si la compañía sois vosotras, preciosas? - dijo Gôdrek con una sonrisa que habría derretido a cualquier chica normal, y era cierto, a cualquier chica... normal. La sonrisa de Elisa fue de todo menos picarona, y ni hablar de Hanna.

- Entonces, apuesto caballero, perderéis vuestra virilidad - dijo Hanna  mientras de un fugaz movimiento lo agarró del brazo y se lo retorció mientras Hawkeye intentaba zafarse del agarre.

- ¿Alguno más quiere hacerse el hombre con unas indefensas damas? - preguntó Elisa con cara de inocencia. Aquellas chicas eran de todo menos inofensivas. Tras la aclaración y una pequeña charla de disculpa y reprimenda, hablaron con el otro chico al que parecía no haberle afectado lo más mínimo.

- Me llamo Kayle Tróverly, primo segundo de Lord Sörean, señor de Ossiriad. - dijo con orgullo pero sin prepotencia en la voz.

- Yo soy Ragnar Brickstone y este es  Gôdrik Hawkeye - respondió Ragnar mientras se tendían los antebrazos.

- No pareces el típico noble - apuntilló Gôdrik mirándole fijamente. - ¿Por qué lo dices?, ¿por qué no soy un creído prepotente?, o ¿ por qué no llevo el séquito de criados por si me rompo una uña luchando en una esgrima para amariposados? - dijo con un brillo felino en los ojos.

Definitivamente no era el típico noble, mientras hablaban las chicas habían ido a coger los sitios para la ceremonia de entrada en la Congregación, y de paso ver un poco el nivel de las otras jaurías. Las campanadas anunciaron el comienzo de la ceremonia cuando terminaron de sentarse. Ante ellos estaba de nuevo el imponente Lord Ranek.

- Chicas, y chicos.. - dijo con cierta dejadez en la voz - hoy pasaréis a formar parte de la Congregación, más o menos - apuntilló mientras una risa nada humana afloró de su garganta - en serio me andaré sin tapujos, como siempre, los que otros años habéis venido y os habéis retirado sabéis lo que voy a decir la mitad no pasaréis de esta noche tras beber del cáliz del Wulfen, quien quiera irse, está a tiempo. -. Un denso silencio invadió la sala.

- Muy bien, que así sea; hace 800 años la familia Blackmane nos dejó un poderoso legado, el Cáliz de Sangre, un cáliz en el que se vierte la sangre de un licántropo para que ceda sus beneficias al portador, o en este caso, a su consumidor - esto último lo dijo enseñando unos colmillos más largos de la usual, y era cierto, hasta ahora no se había dado cuenta pero Ranek tenía mucho pelo, un cuerpo musculoso, y una cara que se asemejaba ligeramente a un hocico, aparte de unas orejas semipuntiagudas.

- Beberéis de este cáliz, y pasaréis a ser parte de nuestra familia - dicho esto tomó el cáliz y fue llamando uno a uno para que bebieran, cada uno sufría ciertas convulsiones, vómitos o estertores, pero uno no, uno bebió plácidamente y se sintió bien empezó a gritar de alegría, pero de repente, los gritos de júbilo, se convirtieron en aullidos; Ranek lo atravesó firmemente con una espada de plata, partiéndole por la mitad... ni siquiera pestañeó, solo pidió al siguiente que se acercara.

Ahora todos tenían miedo, excepto, como no, las poderosas féminas de la jauría, a todos se los llevaban los clérigos, cuando, tras las convulsiones, caían inconscientes; ellas salían por su propio pie, aunque nada quedaba en sus ojos de su determinación y voluntad férrea. Le llegó el turno a Ragnar, sintió como se le comprimía el estómago así que bebió sin pensarlo, tal vez, algo más que los demás. No sintió nada, no oyó nada, solo su visión borrosa y un comentario mientras se desplomaba.

- Este chico, si sobrevive a la sangre, va a pasar una larga temporada dolorido -.

Fue lo último que oyó, y su cabeza golpeó contra el suelo.

sábado, 4 de febrero de 2012

Capítulo 4: Hacia el castillo

Llevaba unas dos horas caminando cuando el peso de la espada comenzó a hacerse pesado y un estorbo, como ya iba anocheciendo, decidió darse un descanso por ese día, tarde o temprano llegaría al castillo al día siguiente. Recogió un poco de leña y se separó del camino para hacer una pequeña fogata, la cual enterró un poco para alejar el resplandor de las miradas indiscretas, aun así, una sombra apareció de entre unos árboles. Era un encapuchado alto, con botas desgastadas por el largo camino y un carcaj a la espalda.

- ¿Hay fuego para un viajero cansado? - preguntó una voz más joven de la que Ragnar esperaba.
- Primero descúbrete, amigo - resopló, aún receloso, mientras asía la empuñadura de su espada.

Al descubrirse la cara, Ragnar descubrió un rostro fuerte, pero juvenil; la verdad, no era lo que él se esperaba así que se relajó un poco y le indicó que se sentara a un lado del fuego de modo que el propio fuego fuera lo que les separaba. Ragnar se fijó en que el viajero llevaba consigo varios conejos atados al cinturón. El desconocido se percató de su mirada.

- Me has ofrecido fuego, yo te ofrezco viandas - dijo cogiendo uno de los conejos y empezando a despellejarlo.

- Me llamo Ragnar, Ragnar Brickstone - dijo. - Yo soy Gôdrek Hawkins, aunque la mayoría me llama Hawkeye, soy bastante bueno con el arco, como habrás comprobado. - dijo con un deje de superioridad.

- ¿Y que te trae por aquí, Hawkeye? - dijo Ragnar curioso mientras observaba la habilidad de este con el cuchillo. - Voy camino de Ossiriad, para convertirme en Lîmerk...vengo...vengo de un pueblo montañoso, cerca del paso de Tyr Undömiel, somos un clan de cazadores, y soy un buen rastreador... así que tengo pensado unirme a sus filas - dijo mientras sonreía y clava al conejo que había despellejado en un palo y lo ponía al fuego.- ¿Y tú, Ragnar?¿qué te trae por el camino? - dijo interesándose por él.

-También quiero entrar en la Congregación del Aullido, pero por causas diferentes - dijo mientras asía con fuerza el pomo de la espada.

-¿Tiene algo que ver con la espada? - dijo observándola. - He jurado venganza sobre ella - respondió sombrío Ragnar.

-¿Puedo? - dijo mientras miraba la espada. Ragnar se la tendió receloso. Era una bonita espada corta, la hoja era de buen hierro forjado, con unas bonitas filigranas rojas en la empuñadura, sobre un fondo negro azabache; tenía la guarnición terminada en dos puntas afiladas cual garras, y el pomo, el pomo era lo mejor, su padre había forjado la cabeza de lobo del colgante en el pomo, cuidando de no romper o dañar la figura.

- Buena espada - dijo sopesándola y devolviéndosela a Ragnar. - aunque yo prefiero el arco, y en el peor de los casos un fino estilete. - apuntó mientras desenvolvía de un fardo un precioso arco tallado en madera. Al cogerlo Ragnar se fijó mejor en que la zona de las encordaduras del arco eran dos cabezas de halcón que sujetaban la cuerda con el pico.

- Bonito - dijo Ragnar asintiendo. - Es de ébano negro, una madera que sólo se encuentra en lo profundo del bosque, donde comienza la falda de la montaña - respondió orgulloso.

Los conejos ya estaban listos y charlaron variadamente mientras disfrutaban del pequeño festín que el conejo les había proporcionado, cuando terminaron de comer, se envolvieron en sus capas esperando el nuevo día. A la mañana siguiente se levantaron pronto y con energía, por lo que, antes del mediodía  ya se hallaban ante las puertas del castillo de Ossiriad. Avanzaron por entre la multitud buscando un peregrino o alguien medianamente religioso que supiera donde encontrar la sede de la Congregación del Aullido, mientras buscaban pasaron por delante del estrado de madera que Ragnar había visto durante la ejecución. La mirada de la prostitua se fijaba en su mente. La disipó obligándose a centrarse en otra cosa, cuando consiguieron encontrar a un pequeño hombrecito que llevaba en el pecho el símbolo de la Congregación, una espada con tres estrellas encima, preguntaron, aunque el comentario no les hizo gracia.

-¿Qué habrá querido decir con eso de que ''si cada uno que viniera lo consiguiera...''? - dijo Ragnar.

- Vete tú a saber, mamarrachadas de un campesino ebrio de poder - respondió Hawkeye con una sonrisa pícara.

Al llegar al portón que flanqueaba los muros de la pequeña iglesia fortificada, que daba sede a la Congregación, quedaron estupefactos. El portón era enorme de por sí, pero las dos imponentes figuras que la defendían imponían respeto y miedo a partes iguales, dos ángeles con las alas cortadas y la cabeza de un lobo en las manos más cercanas al portón, y en la otra mano una espada señalando el estandarte que colgaba encima de la puerta con el símbolo de la Congregación, la acumulación de sentimientos era titánica. Si aquello era solo la entrada el interior debía de ser escalofriante.






jueves, 2 de febrero de 2012

Capítulo 3: Colmillo por colmillo

Días después de volver de la ciudad Ragnar y su padre se dedicaron a forjar la espada corta que le este le había prometido, era un trabajo duro, pero satisfactorio. Terminaron al anochecer y Ragnar se la llevó consigo a su pequeño cuarto, admirándola, era simple, pero su aprecio no lo pagaba moneda alguna. Caía la madrugada y a Ragnar se le empezaba a llevar el sueño, cuando de pronto, un intenso grito de auxilio invadió el pueblo.

- ¡LICÁNTROPOOO! - se escuchó en la noche, y después, el silencio, un silencio incómodo, un silencio que presagiaba muerte. Se escuchaba el ajetreo de los hombres desenvainando espadas y encendiendo antorchas, armándose de valor, Ragnar se ciñó la espada al cinturón y salió por la puerta trasera. Unos pasos más tarde escuchó un aullido que le heló la sangre, no era un aullido como el que escuchó en la ciudad, era un clamor de sangre; se quedó estupefacto, sus piernas no le respondían, pero sus manos sí y al desenvainar la espada sintió una oleada de valor que lo recubría como una armadura impenetrable, entonces lo vio, estaba terminando de engullir la pierna del pobre desgraciado al que había cogido cuando se percató de su presencia, ni siquiera aullo tan solo se dirigió a el como quien ve a una presa fácil, así que en un acto de valentía se lanzó hacia su oponente lanzando un tajo que se estrelló contra las garras del lupino, una salió despedida al chocar con la espada, pero esta se rompió en dos como si fuera una rama seca. Todo el valor que lo había invadido antes se desvaneció tan rápido como había venido, pero a sus espaldas oyó los gritos de alguien.

- ¡Ragnar! ¡Ragnar! ¿dondé estás hijo mío? - se oía por detrás del muro de arpillera que separaba el establo de la casa, el licántropo alertado por el sonido embistió la pared, derribándola y atacando a su madre sin previo aviso.

- ¡MADREEE, NOOOO! - gritó a despecho, pero cuando llegó hasta ella el lupino había huido y de ella solo quedaba su cuerpo inerte, se podría decir que tan solo tenía la mirada perdida si no fuera por la pared salpicada de sangre y el charco en el que yacía su cuerpo.

Ragnar la abrazó mientras contenía un agudo y amargo llanto, cuando los demás llegaron no pudo contenerlo y un grito de dolor inundó toda la zona, algunos dicen que incluso el bosque notó aquel grito de dolor, tras esto, perdió el conocimiento y se sumergió en un turbio sueño en el que era él el que mataba a su madre por no poder defenderla. A la mañana siguiente salió en dirección al bosque negro en busca de la muerte que le hiciera abandonar todo aquello.

- ¿Qué debo hacer ahora?, ¿qué?, ni siquiera soy capaz de defender a mi familia, tan solo merezco la muerte - dijo amargamente mientras una brisa le revolvía el cabello, al quitárselo de los ojos distinguió algo entre las piedras, era un pequeño colgante con la cabeza de un lobo aullando. Supo lo que debía hacer. Volvió rápido a su casa con el corazón desbocado y el colgante al cuello; preparó manta, capa, un pequeño cuchillo y algo de comida para llegar hasta el castillo de Ossiriad, cuando tuvo todo esto fue a despedirse de su padre.

- Padre... -. - Lo sé, Ragnar, lo sé, sé lo que quieres y no te lo voy a impedir... toma - dijo mientras sacaba un algo envuelto en un paño. Lo desenvolvió con soltura para hallar su espada corta, pero no, no era como su espada, era diferente, estaba reparada y tenía muchos cambios.

- Encontré la uña del licántropo entre los escombros, y la he afilado con ella, que su ventaja sea su mal - dijo con cara sombría, ya no era el Iordek de siempre, aquel hombre había muerto junto con su esposa.

Cogió la espada y se marchó, no habría despedidas, no habría adiós, no habría lágrimas.
- Adiós hijo, ve para aquello a lo que estabas destinado desde que te recogimos en el bosque, ojalá te lo hubiéramos contado - pensó Iordek mientras veía como el chico al que había llamado hijo durante diecisiete años subía la colina y se marchaba.

Tras pasar la colina si alguien hubiera estado cerca habría visto a un chico apretando los dientes, al cual, una espesa lágrima le rodaba por la mejilla, pero allí no había nadie para verlo.

- Adiós padre - pensó - algún día volveré con la piel de mi venganza -.

miércoles, 1 de febrero de 2012

Capítulo 2: Garras y plata

La cola de gente empezaba a impacientarse, al igual que el soldado de la entrada.
- Iordek Brickstone, y mi hijo Ragnar Brickstone, venimos al mercado a vender nuestro trigo - dijo Iordek con total tranquilidad.
- Está bien podéis pasar - dijo el guardia mientras se hacía a un lado y les abría paso para poder entrar en la inmensa fortaleza.

Todo el interior era un bullicio de gente, animales y guardias, a cada cual, más variopinto, cada cual intentaba venderte su mercancía como la mejor del reino, cosa bastante dudosa dado que la mejor mercancía siempre la tenían los Sörean. Anduvieron un rato por las callejuelas hasta acercarse a un grupo de gente que estaba alrededor de un estrado en el cual un alguacil estaba dictando una sentencia.

- Se juzga a esta campesina por el grave delito de prostitución descontrolada, la cual pone en grave peligro la seguridad de esta fortificación y sus habitantes, por ello será castigada con la muerte en la horca.- dijo con voz grave mientras aumentaban los vítores e insultos al ir subiendo la acusada al estrado.

- Padre, ¿porqué hacen esto?, solo es una simple puta - dijo con desparpajo.- Cuida tu lenguaje Ragnar - dijo mientras le daba un pescozón. - No es por el hecho de ser prostituta, sino porque si un licántropo la tomara sin ella saberlo, engendraría un monstruo horrible - apuntó mientras se mesaba la barba con aire de sabiduría.

En este tiempo la acusada había subido a un taburete y le ponían la soga al cuello cuando se quedó mirando fijamente a Ragnar hasta que tan solo se escucho el chasquido de la cuerda al tensarse y los aplausos del público eufórico por el ajusticiamiento. Jamás olvidaría esa mirada.
Tras varias horas vendiendo el trigo consiguieron bastantes monedas ya que la mayor parte de la depresión del Tyr se había inundado durante un deshielo esa primavera, así que cuando pasaron por una herrería su padre compró un pequeño lingote de hierro.

- Lo usaré para hacerte una espada corta, ya tienes suficiente fuerza y edad para defenderte por ti mismo - dijo Iordek con el orgullo que solo un padre puede tener.

Los ojos de Ragnar se iluminaron y fue a decir algo cuando un sonido de cornetas le interrumpió, era una patrulla que volvía del bosque negro de hacer un reconocimiento... era una imagen atroz, todos los soldados estaban heridos en mayor o menos medida, con vendajes, algunos les faltaba una pierna o un ojo, era realmente increíble que algo así les pudiera haber pasado a unos soldados formados y competentes, hasta que lo vio a él.
Tras el destacamento venía sobre un carro una jaula con un licántropo dentro, pero la jaula tenía algo extraño, estaba recubierta de pequeños cristales incrustados en los barrotes.

- Se fueron veinte y han vuelto diez - se escuchó murmurar a un aldeano. - Diez y medio - murmuró Iordek al ver sobresalir de la jaula medio cuerpo destripado.

Los gritos de horror se extendieron y el licántropo empezó a alterarse dando bandazos contra la jaula aunque cada vez que lo hacía en su piel quedaba un estigma de la misma forma de los pequeños cristales, de repente, uno de los ejes del carro cedió ante los embistes del licántropo, por lo que la jaula cayó al suelo rompiéndose varios cristales y dejando al licántropo con suficiente espacio para romper algunos barrotes. Nada más salir se dirigió hacia la primera víctima que tenía enfrente, el pobre anciano que había comentado la trágica noticia, se partió en dos como si de un papel se tratara al ser embestido por las garras del licántropo enfurecido.
Tras aullar en señal de victoria clavó sus ojos color ámbar en Ragnar, el licántropo saltó hacia él, pero Iordek consiguió embestirle con la suficiente fuerza para que solo le diera con el puño, aun así, notó un dolor punzante a la altura del pecho, donde había sido golpeado. Pero, en el tiempo en que se tarda en respirar dos veces, el licántropo se levantó y volvió  a por su presa, esta vez, sin nada que le defendiera, Ragnar se resignó a morir, pero una lanza llegó volando y atravesó el costado del licántropo clavándolo en un poste cercano, era del mismo material que los cristales, pero parecía más resistente,dos figuras aparecieron por la calle, eran los Lîmerks, los Caballeros de Plata de la Congregación del Aullido.

- Has tenido suerte chico, aprovecha tu vida - dijo el Lîmerk sin apartar la vista del licántropo.
No tenía palabras, les debía la vida, y algún día, saldaría esa deuda.