martes, 7 de febrero de 2012

Capítulo 5: Cáliz de Sangre

Empujaron los portones para abrirlos esperando una resistencia sobrehumana, cual fue su sorpresa, cuando el portón se deslizó suavemente dejando entrever el gentío del interior. El bullicio interno era apabullante, todo eran jóvenes aspirantes a Lîmerk, pero lo que más les llamó la atención fue la presencia de bastantes chicas en la sala, casi todas llevaban una pequeña tira roja cosida en los hombros. Se acercaron más al centro cuando de repente la gente alzó la cabeza mirando hacia un pequeño estrado de mármol por el que subía un robusto personaje, al verle Ragnar se impresionó, debía de tener al menos unos 60 años y parecía en la flor de la juventud.

- ¡Silencio, por favor! - pidió con voz leve pero autoritaria. - Me llamo Ranek, y soy el Sacerdote Rúnico de la Congregación del Aullido, así como su caudillo. - hizo una pequeña pausa para dejar que sus palabras se asentaran y se propagara la idea de ante quien estaban, surtió efecto, todo el mundo se puso tenso en un suspiro - Bien, ahora que tengo vuestra total atención, proseguiré, veo muchas caras jóvenes y firmes este año, eso es bueno, pero seré sincero, no espero que ni la mitad de vosotros entre a formar parte de nuestras filas, seguramente muchos moriréis esta noche. - dio media vuelta y se fue. No era el discurso más prometedor que Ragnar había escuchado, incluso la sentencia de la prostituta era más esperanzadora, tal vez, esa fuera su función, desmoralizar y hacer que los débiles de voluntad abandonaran, pues lo había conseguido; casi una veintena de jóvenes se marcharon cabizbajos y furtivamente entre la multitud, ni una sola de las chicas pestañeó siquiera.

- Interesante, ¿verdad? - dijo Gôdrek con una sonrisa pícara en el rostro.

- Si, bastante - comentó Ragnar mientras se fijaba en lo que de verdad se refería Gôdrek, las chicas, como una docena de ellas, guapas,esbeltas, en fin, bellezas que te podían matar con una mirada.

Observaron como a todos los iban poniendo en fila y les iban preguntando nombre y asignando Mayor, que era el grado que ostentaba un sargento de jauría; las pequeñas escuadras que componían la Congregación, y las cuales formaban el baluarte ofensivo de esta. Una mujer con armadura de plata pasó a todas las chicas directamente tras unas cortinas.

- ¿Y por qué ellas pasan directamente? - preguntó un chico en una voz lo suficientemente alta para que todos le oyeran, pero todos, incluía a la mujer de la armadura.

- Porque estas chicas tienen tres veces mas seso que tú y dirigirían una jauría con la cabeza diez veces más fría cabeza de chorlito, en definitiva, ellas van a ser vuestros primeros oficiales de jauría. - dijo la mujer en tono de reproche y autosuficiencia.

La cara del chico pasó del rojo al blanco en cuestión de segundos, esa fue otra de las razones por las cuales otra docena de jóvenes dejaron las filas; no podían soportar que una mujer los dirigiese. Les llegó el turno de asignación.

- Nombre -. - Ragnar Brickstone - respondió con firmeza. - ¿Y qué harías si entraras en la Congregación? - dijo con tono pícaro. - Defender al pueblo de los licántropos - respondió Ragnar con convicción. La sonrisa se dibujó en la cara del clérigo al escuchar aquella palabra. - Vaya, un entusiasta, serás asignado a la Mayor Saydâ, la espada de acero. - recalcó esas últimas palabras como si fuera una maldición. Le llegó el turno a Gôdrek.

- Nombre -. - Gôdrek Hawkins - dijo en tono burlón, el clérigo bufó. - ¿Y qué harías si entraras en la Congregación? -. - Salvar doncellas, y después yacer con ellas - respondió con su sonrisa más picante. - Vaya, un gracioso, te van a dar para el pelo rufián, serás asignado a la Mayor Saydâ, espero que sufras -. Fueron sus últimas palabras antes de indicarle al siguiente que pasara hacia allí.
Al terminar se dedicaron a buscar las habitaciones asignadas a la jauría de la Mayor Saydâ; al entrar encontraron un panorama algo alentador, por el momento. Dos preciosas chicas estaban hablando con un joven; era alto, de pelo castaño y piel ligeramente bronceada; las dos chicas eran preciosas, una, morena y alta, y la otra con un pelo castaño claro que reflejaba la luz, con unos ojos verdes profundos que te absorbían, aunque tardaron poco en salir de su ensimismamiento.

- ¡Eh!, ¿vosotros sois los que faltabais, no?, llegáis a tiempo, estaba explicando algunas reglas de la habitación. - dijo firmemente y empezó con sus quince minutos de explicación, recalcando una y otra vez, que era la primera oficial de la jauría, y la otra chica, su segunda al mando; en definitiva que nada de espiarlas en el baño, nada de obscenidades ni de traerse compañías, y así una larga lista, lo único en claro que sacaron, fue que se llamaban Hanna y Elisa, aunque el primero en cometer el error de subestimarlas fue Gôdrek.

- ¿Y si la compañía sois vosotras, preciosas? - dijo Gôdrek con una sonrisa que habría derretido a cualquier chica normal, y era cierto, a cualquier chica... normal. La sonrisa de Elisa fue de todo menos picarona, y ni hablar de Hanna.

- Entonces, apuesto caballero, perderéis vuestra virilidad - dijo Hanna  mientras de un fugaz movimiento lo agarró del brazo y se lo retorció mientras Hawkeye intentaba zafarse del agarre.

- ¿Alguno más quiere hacerse el hombre con unas indefensas damas? - preguntó Elisa con cara de inocencia. Aquellas chicas eran de todo menos inofensivas. Tras la aclaración y una pequeña charla de disculpa y reprimenda, hablaron con el otro chico al que parecía no haberle afectado lo más mínimo.

- Me llamo Kayle Tróverly, primo segundo de Lord Sörean, señor de Ossiriad. - dijo con orgullo pero sin prepotencia en la voz.

- Yo soy Ragnar Brickstone y este es  Gôdrik Hawkeye - respondió Ragnar mientras se tendían los antebrazos.

- No pareces el típico noble - apuntilló Gôdrik mirándole fijamente. - ¿Por qué lo dices?, ¿por qué no soy un creído prepotente?, o ¿ por qué no llevo el séquito de criados por si me rompo una uña luchando en una esgrima para amariposados? - dijo con un brillo felino en los ojos.

Definitivamente no era el típico noble, mientras hablaban las chicas habían ido a coger los sitios para la ceremonia de entrada en la Congregación, y de paso ver un poco el nivel de las otras jaurías. Las campanadas anunciaron el comienzo de la ceremonia cuando terminaron de sentarse. Ante ellos estaba de nuevo el imponente Lord Ranek.

- Chicas, y chicos.. - dijo con cierta dejadez en la voz - hoy pasaréis a formar parte de la Congregación, más o menos - apuntilló mientras una risa nada humana afloró de su garganta - en serio me andaré sin tapujos, como siempre, los que otros años habéis venido y os habéis retirado sabéis lo que voy a decir la mitad no pasaréis de esta noche tras beber del cáliz del Wulfen, quien quiera irse, está a tiempo. -. Un denso silencio invadió la sala.

- Muy bien, que así sea; hace 800 años la familia Blackmane nos dejó un poderoso legado, el Cáliz de Sangre, un cáliz en el que se vierte la sangre de un licántropo para que ceda sus beneficias al portador, o en este caso, a su consumidor - esto último lo dijo enseñando unos colmillos más largos de la usual, y era cierto, hasta ahora no se había dado cuenta pero Ranek tenía mucho pelo, un cuerpo musculoso, y una cara que se asemejaba ligeramente a un hocico, aparte de unas orejas semipuntiagudas.

- Beberéis de este cáliz, y pasaréis a ser parte de nuestra familia - dicho esto tomó el cáliz y fue llamando uno a uno para que bebieran, cada uno sufría ciertas convulsiones, vómitos o estertores, pero uno no, uno bebió plácidamente y se sintió bien empezó a gritar de alegría, pero de repente, los gritos de júbilo, se convirtieron en aullidos; Ranek lo atravesó firmemente con una espada de plata, partiéndole por la mitad... ni siquiera pestañeó, solo pidió al siguiente que se acercara.

Ahora todos tenían miedo, excepto, como no, las poderosas féminas de la jauría, a todos se los llevaban los clérigos, cuando, tras las convulsiones, caían inconscientes; ellas salían por su propio pie, aunque nada quedaba en sus ojos de su determinación y voluntad férrea. Le llegó el turno a Ragnar, sintió como se le comprimía el estómago así que bebió sin pensarlo, tal vez, algo más que los demás. No sintió nada, no oyó nada, solo su visión borrosa y un comentario mientras se desplomaba.

- Este chico, si sobrevive a la sangre, va a pasar una larga temporada dolorido -.

Fue lo último que oyó, y su cabeza golpeó contra el suelo.

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