miércoles, 1 de febrero de 2012

Capítulo 2: Garras y plata

La cola de gente empezaba a impacientarse, al igual que el soldado de la entrada.
- Iordek Brickstone, y mi hijo Ragnar Brickstone, venimos al mercado a vender nuestro trigo - dijo Iordek con total tranquilidad.
- Está bien podéis pasar - dijo el guardia mientras se hacía a un lado y les abría paso para poder entrar en la inmensa fortaleza.

Todo el interior era un bullicio de gente, animales y guardias, a cada cual, más variopinto, cada cual intentaba venderte su mercancía como la mejor del reino, cosa bastante dudosa dado que la mejor mercancía siempre la tenían los Sörean. Anduvieron un rato por las callejuelas hasta acercarse a un grupo de gente que estaba alrededor de un estrado en el cual un alguacil estaba dictando una sentencia.

- Se juzga a esta campesina por el grave delito de prostitución descontrolada, la cual pone en grave peligro la seguridad de esta fortificación y sus habitantes, por ello será castigada con la muerte en la horca.- dijo con voz grave mientras aumentaban los vítores e insultos al ir subiendo la acusada al estrado.

- Padre, ¿porqué hacen esto?, solo es una simple puta - dijo con desparpajo.- Cuida tu lenguaje Ragnar - dijo mientras le daba un pescozón. - No es por el hecho de ser prostituta, sino porque si un licántropo la tomara sin ella saberlo, engendraría un monstruo horrible - apuntó mientras se mesaba la barba con aire de sabiduría.

En este tiempo la acusada había subido a un taburete y le ponían la soga al cuello cuando se quedó mirando fijamente a Ragnar hasta que tan solo se escucho el chasquido de la cuerda al tensarse y los aplausos del público eufórico por el ajusticiamiento. Jamás olvidaría esa mirada.
Tras varias horas vendiendo el trigo consiguieron bastantes monedas ya que la mayor parte de la depresión del Tyr se había inundado durante un deshielo esa primavera, así que cuando pasaron por una herrería su padre compró un pequeño lingote de hierro.

- Lo usaré para hacerte una espada corta, ya tienes suficiente fuerza y edad para defenderte por ti mismo - dijo Iordek con el orgullo que solo un padre puede tener.

Los ojos de Ragnar se iluminaron y fue a decir algo cuando un sonido de cornetas le interrumpió, era una patrulla que volvía del bosque negro de hacer un reconocimiento... era una imagen atroz, todos los soldados estaban heridos en mayor o menos medida, con vendajes, algunos les faltaba una pierna o un ojo, era realmente increíble que algo así les pudiera haber pasado a unos soldados formados y competentes, hasta que lo vio a él.
Tras el destacamento venía sobre un carro una jaula con un licántropo dentro, pero la jaula tenía algo extraño, estaba recubierta de pequeños cristales incrustados en los barrotes.

- Se fueron veinte y han vuelto diez - se escuchó murmurar a un aldeano. - Diez y medio - murmuró Iordek al ver sobresalir de la jaula medio cuerpo destripado.

Los gritos de horror se extendieron y el licántropo empezó a alterarse dando bandazos contra la jaula aunque cada vez que lo hacía en su piel quedaba un estigma de la misma forma de los pequeños cristales, de repente, uno de los ejes del carro cedió ante los embistes del licántropo, por lo que la jaula cayó al suelo rompiéndose varios cristales y dejando al licántropo con suficiente espacio para romper algunos barrotes. Nada más salir se dirigió hacia la primera víctima que tenía enfrente, el pobre anciano que había comentado la trágica noticia, se partió en dos como si de un papel se tratara al ser embestido por las garras del licántropo enfurecido.
Tras aullar en señal de victoria clavó sus ojos color ámbar en Ragnar, el licántropo saltó hacia él, pero Iordek consiguió embestirle con la suficiente fuerza para que solo le diera con el puño, aun así, notó un dolor punzante a la altura del pecho, donde había sido golpeado. Pero, en el tiempo en que se tarda en respirar dos veces, el licántropo se levantó y volvió  a por su presa, esta vez, sin nada que le defendiera, Ragnar se resignó a morir, pero una lanza llegó volando y atravesó el costado del licántropo clavándolo en un poste cercano, era del mismo material que los cristales, pero parecía más resistente,dos figuras aparecieron por la calle, eran los Lîmerks, los Caballeros de Plata de la Congregación del Aullido.

- Has tenido suerte chico, aprovecha tu vida - dijo el Lîmerk sin apartar la vista del licántropo.
No tenía palabras, les debía la vida, y algún día, saldaría esa deuda.


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